El pueblo del Vichada que el tiempo olvidó: nadie entiende por qué no se “villa”

En medio de la sabana del Vichada existe un pueblo donde los días pasan lentos, el progreso nunca llegó y sus habitantes viven como hace décadas.
Un rincón perdido entre el llano y el olvido
En el oriente colombiano, Santa Elena del Vichada resiste al paso del tiempo. Mientras el turismo crece en otras regiones, aquí el silencio y la calma gobiernan.
Sus calles polvorientas, sus casas de madera y los techos de palma son testimonio de una Colombia que pocos conocen.
No hay bancos, no hay señal estable de internet y el transporte llega solo dos veces por semana.
“Aquí no se villa”, dicen los lugareños
Los habitantes bromean con orgullo: “Santa Elena no se villa, pero se vive bien”.
El progreso, cuentan, nunca atravesó el río Meta. No hay centros comerciales ni hoteles, solo el sol ardiente, la brisa del llano y un cielo infinito.
Pese a las dificultades, el pueblo mantiene su espíritu solidario. Todos se conocen, todos se ayudan.
La vida simple y la fuerza del llano
Los niños estudian bajo techos de zinc, los hombres trabajan en la ganadería y las mujeres elaboran artesanías con palma de moriche.
La plaza principal, con una iglesia blanca y una ceiba inmensa, es el corazón del pueblo.
Cada tarde, los ancianos se reúnen a contar historias de jaguares, lluvias eternas y vaquerías legendarias.
Un tesoro por descubrir
Santa Elena del Vichada podría ser un destino único para el turismo rural.
Tiene naturaleza virgen, ríos cristalinos y una cultura que resiste al olvido.
Paradójicamente, lo que hoy la hace invisible podría ser su mayor riqueza: seguir siendo un pueblo auténtico, sin prisas, sin poses, sin villarse.