Guillermo del Toro y su ambicioso Frankenstein: un sueño hecho realidad
Hace algunos años, el director de Netflix, Ted Sarandos, se reunió con Guillermo del Toro y le preguntó qué películas soñaba realizar. La respuesta del cineasta mexicano fue inmediata: Pinocho y Frankenstein. Sarandos no dudó en respaldar ambos proyectos. La primera, una versión animada en stop-motion de Pinocho, se estrenó en 2022 con gran éxito. Pero cuando llegó el turno de Frankenstein, Del Toro advirtió: “Es grande”.
No exageraba. La nueva adaptación del clásico de Mary Shelley es uno de los eventos centrales del Festival de Cine de Venecia de este año. Se trata de un proyecto que Del Toro llevaba décadas esperando hacer en las condiciones adecuadas: con libertad creativa, gran escala y la posibilidad de reconstruir un universo cinematográfico desde cero.
“Es una especie de sueño, o más bien, una religión para mí desde niño”, confesó Del Toro en rueda de prensa. Su fascinación por el mito de Frankenstein se remonta a la versión de 1931 protagonizada por Boris Karloff, que dejó una marca profunda en su visión artística.
La película cuenta con un elenco de primer nivel. Oscar Isaac interpreta a Víctor Frankenstein, mientras que Jacob Elordi —conocido por sus papeles en Euphoria y Saltburn— se transforma en la criatura. El papel principal, originalmente pensado para Andrew Garfield, pasó a Elordi debido a conflictos de agenda causados por la huelga de actores en Hollywood. A pesar del poco tiempo de preparación, su actuación ha sido aclamada por la crítica.
Completan el reparto Christoph Waltz y Mia Goth. Esta última da vida a Elizabeth, la esposa del científico, quien termina desarrollando una conexión emocional más profunda con la criatura que el propio Frankenstein.
La estructura de la película es ambiciosa: se divide en tres actos, comenzando con un preludio, seguido por dos versiones distintas de los mismos hechos, contadas desde el punto de vista de Frankenstein y de su creación. Con 149 minutos de duración, el film ofrece espacio para explorar en profundidad las motivaciones de los personajes, desde la infancia del científico hasta las razones del sufrimiento de su criatura.
Las primeras reacciones han sido en su mayoría positivas. La película recibió una ovación de 13 minutos en Venecia. Algunos críticos como David Rooney, de The Hollywood Reporter, la calificaron como “una de las mejores películas de Del Toro”. Jane Crowther, de Total Film, destacó su maestría técnica y temática, aunque señaló que puede sentirse un tanto contenida. No todos quedaron convencidos: Geoffrey McNab, de The Independent, opinó que la cinta es “pura apariencia y poca sustancia”.
Fiel a su estilo, Del Toro evitó al máximo el uso de efectos generados por computadora. Prefirió escenarios físicos, vestuarios detallados y decorados reales, convencido de que esto ayuda a mejorar las actuaciones. Christoph Waltz lo resume con humor: “La CGI es para perdedores”.
Del Toro insiste en que su versión de Frankenstein no busca ser una metáfora de la inteligencia artificial, como algunos han sugerido. Para él, la pregunta esencial sigue siendo: “¿Qué significa ser humano?”. En un mundo polarizado, afirma que el arte, y especialmente esta película, es una forma de resistir desde el amor, la compasión y la aceptación de la imperfección humana.
“Vivimos en una época de terror e intimidación”, dijo el director. “Y no hay tarea más urgente que seguir siendo humanos”. Según él, Frankenstein es una obra que abraza la complejidad de la naturaleza humana. Su criatura, más que un monstruo, es un ser inocente, maltratado por su creador y por un mundo que no lo comprende.
A los 60 años, Guillermo del Toro sigue demostrando por qué es uno de los cineastas más queridos y visionarios de su generación. Con Frankenstein, suma otro capítulo a su filmografía centrada en lo monstruoso como reflejo de lo humano. Y esta vez, más que nunca, lo hace con una historia que ha estado esperando contar durante toda su vida.
